Por Claudio Andrade
El glamour matizado por la noche porteña, pudieron ser dos de los elementos genéticos que provocaron el nacimiento de Virus. Su sonido estaba cargado de matices generacionales propios del rock inglés de los 80 pero a la vez poseía un indiscutible sello pop bien argento.
Federico Moura marcaba la diferencia al frente de la banda, otorgándole carisma y verdadero estilo al producto final: un conjunto de canciones que pasarían a integrar las listas de clásicos del rock con mayúsculas y en castellano.
Virus es la adolescencia, la magia de una tierra perdida y la exuberancia del amor joven. El amor y la decepción están profundamente arraigadas a las letras del grupo. El morbo erótico desplegado en una época donde todavía ciertas rebeldías estaban mal vistas.
Su disco Virus Vivo figura entre lo mejor y más logrado del rock nuestro de ayer y, por supuesto, de hoy.
La muerte de Moura, junto con la de Luca Prodan y Miguel Abuelo, con escaso tiempo entre sí, conforman un coro de silencios que sólo podemos matizar escuchando su música de cuando en cuando.
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