Madonna no ha perdido el toque mágico. Alguien debía conservarlo después de todo; después de las vidas truncadas de Elvis Presley, Janis Joplin, John Lennon, Sid Vicius, Kurt Cobain, Amy Winehouse. Uno para cada época. No, Madonna no. Se suponía que iba a perderse como le pasó un poco a Cindy Lauper que en un tiempo muy remoto le disputó el trono de diosa del pop, reina iluminada de la pre-pos-modernidad. No se perdió tampoco. No envejeció y, por el contrario, sí cambió mucho en el plano estético al amparo de las reglas que ella misma se autoimpuso al nacer. Pequeña niña de clase trabajadora caminando por las calles de la gran ciudad como una princesa.
Sus cifras son la irrefutable prueba de su vitalidad como artista. En la primera parte de su gira hizo 33 conciertos en Asia y el Viejo Continente, y facturó 116 millones de dólares. Sumó un millón de espectadores. Para su fase americana, que acaba de comenzar, ya lleva facturados 111 millones de dólares en entradas. En la Argentina hará tres recitales (dos de ellos en Buenos Aires y uno en Córdoba), desde el 15 de diciembre.
Madonna no ha repetido los éxitos que nos deleitaron en los 80 pero mantuvo intacto el porte. La voz como simbología de algo más. Hoy Madonna es un ícono contestatario, mucho más de lo que lo son U2 y Coldplay juntos. ¿No era que el rock significaba rebelarse mientras que el pop dignificaba la complacencia?
Madonna va a contramano sobre las espaldas de la gran serpiente del sistema. A los 54 años sale con pibes de 20. Viste como una chica. Luce glúteos de muñeca y piernas de peleador de yudo. Es madre de todo lo que se le antoje. Y da consejos: “No sean perezosos y no den por sentado esa libertad”, les dijo a sus compatriotas en Filadelfia, en el recital inaugural de su gira norteamericana. En alguno de sus viajes la diva del pop encontró el río pálido de la eterna juventud del que hablaba Jorge Luis Borges.
Mientras los “mejores” de Hollywood y de la industria lloran por las hambrunas en África y las pérdidas que dejan las inundaciones en Nueva Orleans, Madonna hace el amor y se casa de blanco. Hace plata y construye de corazón escuelas que nunca se terminan. Besa la cruz y critica a la Iglesia “Quiero parar las mentiras y la hipocresía de la Iglesia, la intolerancia de muchos”, dijo en aquel recital.
La chica material tiene tanto dinero y tanta audiencia que ya puede darse el lujo de decir un par de cosas. Tal vez sus discos ya no se vendan como antes, ahora que internet otorga innumerables recursos para bajar canciones gratis, pero sigue llenando estadios. Así es cómo los rock-pop stars hacen su dinero por esta época. “A veces es más fácil mostrar tu trasero que revelar tus sentimientos, quizá esta noche todos podemos vivir al límite”, dijo Madonna, luego mostró el trasero de porcelana y vivió intensamente sobre el escenario.
Hasta Lady Gaga ha quedado opacada por la furibunda performance de la artista que está en condiciones de ser abuela. Gaga, que de tonta no tiene un pelo, le dedica siempre en sus recitales una línea para el escándalo. ¿Pero quién puede pararse al lado de una mujer que sólo sabe de récords?
Madonna es el único integrante de una realeza ejemplar: la suya propia. La mujer que ningún hombre ha podido ni podrá imitar jamás. Un organismo en expansión y, quizás, en extinción.
Aun en el transcurso de su nirvana mercantil, Madonna recordó a esas pobres chicas de la banda punk “Pussy Riot” que por reírse del intocable Vladimir Putin quedaron tras las rejas.
Madonna que fue punk, que fue pop, que fue virgen y chica material, que fue reina de los rating, que fue disco y siguió o sigue la cábala y el yoga, que ayunó y es madre de niños desventurados que conocieron el hambre, nos ofrece lecciones desde el más allá. Desde los 10.000 metros que alcanza su jet privado con el que cruza el cielo de nuestra civilización.
Una entrada excelente y muy bien escrita. ¡Salve a la Reyna!!!
ResponderEliminarLos invito a ver mi mezcla ochentosa, con subtitulos
ResponderEliminarBeto Vélez
https://www.youtube.com/watch?v=mkZRgSIE1A8