El 22 de diciembre de 1987 encontraron muerto a Luca Prodan en la casa de una amiga, en Buenos Aires. Tenía apenas 34 años pero su figura parecía sintetizar siglos de historia.
Los integrantes de Sumo se lo veían venir desde hacía unos meses, según el relato de Roberto Pettinatto.
Prodan estaba llamado a seguir la voz macabra y seductora del exceso. Como Jim Morrison. Como Elvis. Como Cobain.
A esa edad su cirrosis ya representaba un cuadro de salud irreversible debido al alcoholismo.
Se fue de un paro. Como un guerrero mal herido. Como un buscador animoso pero cansado.
Había llegado a la Argentina en 1981 escapando, según propias palabras citadas en muchas ocasiones, de la heroína. En la Vieja Europa había material de sobra para un adicto como él pero la Argentina parecía tan pero tan lejos de ciertas drogas. Otros eran los males.
Su idea original era instalarse en algún lugar tranquilo y comprar vacas con el dinero que tenía encima. Por años se especuló con que la familia de Luca poseía fortuna.
Sin embargo, el dinero que el músico llevaba en sus bolsillos fue utilizado en propósitos aun más trascendentales y exóticos que el negocio agropecuario.
El y un puñado de amigos cambiaron el campo por Buenos Aires, compraron un montón de equipos e instrumentos y formaron una banda de rock y otra de reggae.
(continuará)...
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