Por Claudio Andrade
Es un juego que conoce bien y en el que por lo general sale ganando. Su apariencia de chica eterna, de gruppie fugada de la última fiesta del rock argentino, aun conmueve. Aun provoca un extraño sentimiento: entre el deseo y la sorpresa.
Anda de gira. Rodando por el sur con un puñado de músicos eficientes que colaboran en un show que la muestra tal cual es, tal cual ha sido.
“Bienvenidos a este viaje por...mi”, saluda Fabiana desde el escenario y las chicas, las decenas de chicas adolescentes que conforman su público, le festejan la frase que, ya se verá, es pura realidad.
Aunque Cantilo ha venido a presentar temas de su último disco “En la vereda del sol”, es su voz, su intensidad y su figura la que le otorgan nueva vida a clásicos del rock vernáculo. Su banda es un organismo eficiente, sólido y efectivo. Una máquina de hacer música que carece de dudas.
Sin embargo, los mejores momentos del show de Fabiana son cuando ella se abraza a la guitarra acústica y entona en soledad o apenas acompañada por uno de sus músicos canciones muy diversas: algunas suyas que han quedado en el olvido o himnos del rock & roll argentino.
Cantilo ha sido parte y musa de la escena local. Fito cantó en una de las mejores canciones que jamás compuso: “sangró, sangró, sangró y se reía como loca” y se refería a ella.
Ahora, Fabi, despojada de la locura, de la sangre y de la locura, se sube al escenario a ganarse la vida como tantos otros. Su esfuerzo es también una revancha: canta lo que quiere, como quiere. Recupera grandes y pequeñas piezas de un repertorio personal muy pero muy lindo y que no siempre fue elogiado por la crítica.
Fabi, otra vez Fabi, siempre, en la ruta. En la vereda del sol.
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