miércoles, 4 de agosto de 2010

El pasado de un actor valiente

Kevin Bacon es uno de esos buenos actores atados a su pasado.
Tal como lo ha hecho en los últimos 20 años, en el futuro continuará interpretando complejos personajes en sobresalientes películas, pero su figura siempre estará ligada a Ren McCormack, ese chico romántico y un poco histérico que da vida a “Footlose”, uno de los filmes más emblemáticos de los '80.
A veces uno parece sentir que toda la existencia de Bacon post- “Footloose” ha sido un enorme esfuerzo por tratar de borrar del imaginario colectivo a Ren, sus bailes y toda la tropa que lo acompañaba en esos graneros de una pequeña comunidad de Oklahoma.
La cinematografía de Bacon es la representación artística de su valentía como actor y como persona. No ha querido el actor dejar ningún desafío en carpeta. Bacon ya fue, en la ficción, un abogado militar engreído, un homosexual dueño de peligrosos secretos, un violador de niñas, un durísimo policía, un secuestrador desquiciado, un joven adulto atormentado por un espíritu, un antihéroe invisible y tantos otros tipos difíciles más. Tantos filmes protagonizó Bacon que un famoso juego de distancias entre personas (bajo la idea de que el mundo es un pañuelo) se basa en su vida en la pantalla.
Su mirada, aunque no es cristalina, tiene el signo de lo verdadero. Su voz, extraña, como cruzada por un cable de alta tensión, quebrada al punto del llanto, empuja y culmina brillantes actuaciones.
Su tormento se transforma en el nuestro. Su felicidad, su timidez y su furia, se vuelven objetos palpables. No hay mayor prueba de su virtud.
Sin embargo, sin importar que tan aterrador sea el océano que reflejan sus ojos, que tan tierna suenen sus palabras en el aire, Kevin Bacon siempre conservará un poco del alma salvaje de Ren.
En un sitio de su corazón, el pibe todavía baila solo.

Aquí una divertida entrevista, publicada hace unos años, con Ian Tucker de “The Guardian”. Y también el juego llamado: Six Degrees of Kevin Bacon.

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