Por Claudio Andrade
Whitney Elizabeth Houston nunca superó los 80.
Aunque su voz atravesó flamante la barrera que dividía aquella década de raros peinados nuevos y música glamurosa de la siguiente, los 90, caracterizados por cierto tipo de sobriedad estética labrada en gris y negro, la economía de gestos en el rostro de sus protagonistas y los sonidos acústicos (cuna de grunge), la suerte de la bella Whitney estaba echada.
No sería la única en perderse en aquel salto al abismo. También quedó pedaleando en el aire gente como Richard Marx, Rick Astley Gloria Estefan. Pero, sin duda alguna, Houston fue la más talentosa y dotada de esa troup de maravillosos cantantes ochentosos que nos hicieron reír y llorar durante nuestra adolescencia.
Esta mujer que alguna vez apareció técnicamente desnuda en la tapa de uno de sus discos había nacido con una capacidad vocal e interpretativa digna de luchas más elitistas que las que se desarrollan en la patria pop.
Houston podía haber sido cantante de ópera, de comedia musical en Broadway y tantas otras cosas. Se conformó con el oro, olvidándose el bronce, y se dedicó a cimentar su bien ganada fama de estrella accesible.
Sus discos se vendieron por millones y durante unos años nos cansamos de observar su rostro agraciado en las páginas de las revistas de todo el mundo. Nada hacía presagiar el desastre.
Como tantos destacados artistas negros, Whitney Elizabeth Houston se había formado cantando gospel en una iglesia. Aquella textura de índole religiosa impregnaba la raíz de su sonido. Porque al tiempo que Whitney nos invitaba a derretirnos de amor, de movida nos instalaba en un escenario operístico, donde se hacían cuerpo las influencias del soul, el jazz, el blues y otras vertientes de la música que aún vive en Nueva Orleans y en otras tantas ciudades de Estados Unidos.
Aunque Whitney ofrecía alimento para la masa, no se privaba de regalar un poco de caviar ni de enseñarnos cómo y qué tan bien puede llegar a cantar una artista pop. O, como en su caso, una artista que puede trascender cualquier género hasta alcanzar una identidad propia digna del mayor de los reconocimientos: el amor de su público.
Whitney Houston abrió el mercado para las nuevas generaciones de intérpretes femeninas de voces sobresalientes como la extraterrestre Christina Aguilera, Celine Dion y Alicia Keys. En un negocio dominado por hombres y bandas de hombres, Whitney se erigió como la estrella que lo poseía todo: talento, belleza e inteligencia.
Sus problemas con las drogas comenzaron justamente a principios de los 90. Fue la época en que grabó el culebrón "El guardaespaldas", con Kevin Costner, considerada por muchos críticos como una de las películas más cursis de la historia del cine. Este filme marcó el momento consagratorio de una artista que desde 1985, con apenas 22 años, venía arrasando las listas de éxitos radiales.
En el 2009, luego de pasar una temporada en el anonimato pero sobre todo en el infierno, Houston apareció en el programa de Oprah Winfrey, a quien le confesó una parte de sus muchos sufrimientos.
Para entonces la prensa sensacionalista había descubierto a Whitney delgada y envejecida producto de su adicción a la heroína. El diario inglés "The Sun" llegó a mostrar fotografías de su baño donde abundaban restos de drogas, jeringas, pipas y otros implementos que formaban parte del universo cotidiano de la cantante. Durante varias temporadas Houston había convivido con maleantes y adictos en barrios marginales, totalmente desconectada de su familia.
Houston le explicó a Oprah que mucho de lo que le ocurría se lo debía a su tormentosa relación matrimonial de 14 años con Bobby Brown. En sus peores momentos "no pensaba en que era cantante. Me había olvidado completamente de aquella vida. Tenía mucho dinero en aquel momento", relató Houston entonces.
En los últimos años Whitney trató de volver al mundo del espectáculo. Mas su figura como artista había quedado desactualizada. Otras divas de la canción brillaban con luz propia.
Whitney a veces cantó y a veces sólo lo intentó sin lograrlo. Se quedó sin voz en algún concierto y debió suspender sus proyectos de retorno por cuestiones de salud.
Es como si esta artista de remarcable talento se hubiera perdido en el camino. Como si hubiera entrado en una pesadilla de la cual despertó demasiado tarde. La siguiente ocasión en que la sensacional Whitney Houston abrió los ojos, su paraíso ya no estaba allí. Alguien le había quitado la voz, el micrófono y el banquito.
Whitney Houston Bodyguard musica de los 80
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