Por Claudio Andrade
“Vos, suave y única/Vos, perdida y
sola/Vos, extraña como los ángeles/bailando en los océanos más
profundos/Chapoteando en el agua/eres como un sueño”
“Just like heaven” (“The Cure)
Una voz lástimosa y desgarrada, a
punto de un paroxismo vocal que nunca llega, atraviesa la década de
los 80. Es Robert Smith, el líder de “The Cure”, que no llora
como un niño si no que se reinterpreta como un hombre justo después
de la soberanía punk en Inglaterra.
Durante años “The Cure” fue un
objeto de controversia para los especialistas del ramo: ¿cual era el
casillero perfecto para una banda perfecta? ¿De dónde había salido
este espasmo generacional que fusionaba agresividad, ironía y
originalidad en su música y en sus letras?
“The Cure” obra sobre lo imposible.
Su sonido provoca una herida suave, profunda y al mismo tiempo
dolorosa. Sus canciones son la metáfora de una pena de amor que nos
deja listos para la siguiente borrachera en memoria de quien no nos
corresponde. O algo así. O muy parecido a todo eso.
Sus clásicos son nuestros. Pero las
pruebas indican que esta banda seguira su curso por muchos años.
“Boys Don't I Cry” es el hit que los hizo estallar en las radios en nuestra adolescencia, pero lo mejor de lo mejor, la energía más pura y representativa de este conjunto inglés que parece no deberle nada a nadie, la encontraremos en “Close to me”, “Just like heaven” y “Lullaby”.
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