Por Claudio Andrade
Nada sería como es de no mediar Tony Manero.
Tony, aquel tipo estrambótico, hiperreallista, sobreactuado, as del baile que conmovió a una generación con sus acrobáticos movimientos de pelvis en “Fiebre de sábado por la noche”.
Siempre estaremos agradecidos a John Travolta por haberle dado vida a Tony.
Travolta no es un gran actor y para colmo su carrera quedó por décadas atada a la figura de Tony, hasta que un día llegó Quentin Tarantino y lo salvó de su exilio.
En el filme, Travolta alcanza picos de calidad actoral que sólo volveríamos a observar justamente en “Pulp Fiction”.
Travolta no sólo hace caritas, también se muestra expansivo, auténtico y, encima de ese cóctel actoral, baila de un modo espléndido.
Son los 70 y Manero aguarda con desesperación a que llegue el sábado para convertirse en otro. En quien realmente él es: un bailarín de talento. En el medio hay muchas cosas, algunas divertidas y otras patéticas (su vida sexual, por ejemplo).
Pero lo que cuenta y lo que vale, es el sobresaliente retrato generacional protagonizado por Travolta. El mundo agitado y visceral de aquella época.
El guión está basado en un artículo publicado tiempo antes en la revista “New Work Magazine”. Aun se puede leer acá.
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