Duele Cerati. Duele.
Duele porque resulta una dramática ironía que quien encarnaba el sonido ahora deba sucumbir al silencio.
Duele porque su estilo e intensidad han quedado despojados a una tierra muy lejana de la cual no poseemos mapas y, entonces, ya no sabemos como rescatarlo. Como ayudar a volver a nuestro héroe.
Si existía alguien a quien no podíamos suponer atenazado por la inmobilidad ese era Gustavo Cerati.
Un final sin final. Una existencia en puntos suspensivos.
Gustavo Cerati no ha partido pero nos deja extrañamente solos. Fue un amigo, una suerte de ángel guardián. También una voz que recorrió un largo espectro. Además de arte, su música fue la banda de sonido de nuestra personal biografía en los últimos 25 años.
Música adolescente en los 80, música de hombres y mujeres jóvenes en los 90, música de hombres y mujeres entrando definitivamente a la adultez en 2000.
Cerati nos llevaba unos años, no tantos. Pero sí el tiempo suficiente para convertirse en modelo. En alguien a quien mirar con respeto y descubrir con alegría.
Una estación por llegar. Una primavera teñida de esperanza, de gestos cool.
Duele Cerati porque estando se ha ido.
Así la vida muestra su rostro más adverso y nos recuerda que esto no es un juego.
Y que a pesar de todo debemos continuar.
Serán aquellas viejas-nuevas canciones, la marcha de nuestros pasos.
que buen tema!
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